Daigo es un violonchelista que termina vendiendo su instrumento musical al desmembrarse la orquesta para la que toca. Vende el violonchelo y se regresa a vivir su pueblo, en el interior japonés, junto a su esposa. Ahí busca trabajo y en el periódico es cautivado por un anuncio que, palabras más o menos, dice " Le ayudamos en su viaje ". Y sí, la empresa para la que trabaja ayuda a quienes hacen viajes, pero finales. Se trata de una agencia funeraria y es contratado sin experiencia previa. 4.5 palomitas de 5 posibles por tocar tan bien el tema de la muerte, con diversas notas de buen humor a lo largo de la película. Es agradable ver cine japonés donde no salen videojuegos, rascacielos y el enorme desplegado de consumo de luz de sus edificios. Fue como una probadita al sabor del interior de Japón y los ritos fúnebres de su pueblo, permeados de budismo y sintoísmo.